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miércoles, octubre 13, 2010

tal vez

Quizás la duda sea

la jactancia del deseo

domingo, abril 26, 2009

la mentalidad clip

El fragmento. Retazos de conversaciones, retazos de impresiones, algo escuchado, algo leído al pasar, mientras todo el tiempo se está haciendo algo más. El corolario de la Era de la información parece ser una sofocante constelación de impresiones esporádicas y escasas certezas.

domingo, marzo 23, 2008

Máquina del tiempo

Lo pergeñó Herbert George Wells.

Escribir una carta es enviar un mensaje al futuro. Salir al encuentro de alguien que aún no está allí. Pero entonces, volar en avión es ir al encuentro de una pista, de una ciudad, de gente, de unas voces y música que aún no están allí.

Tras asimilar estas sospechas, exige un gran acto de fe creer que cuando regrese a casa esta noche beberé esa cerveza helada que aún no está en la heladera, que aún no empañó su cristal ámbar.

El correo postal y la sed anhelante serían así máquinas del tiempo.

Vivir el presente es una ficción, un puente que permite salvar el abismo vertiginoso del tiempo, la succión fulminante de la luz huyendo desenfrenada desde y hacia la oscuridad, desde y hacia la ausencia que tapa a los poetas, desde y hacia la polisemia Rorschach, desde y hacia el solipsismo de los gatos astutos y las calles huérfanas donde mueren los domingos, donde bostezan las baldosas, inútiles zancos que llevan a ninguna parte.

sábado, marzo 15, 2008

Cabeza de chorlito




El hombre saca el celular del bolsillo del saco y comienza a pasearse por el patio mientras contesta el llamado. Ha pasado media mañana sentado frente a la computadora, pero el ringtone lo pone en movimiento.


Acompaña cada cambio en el turno de la conversación con un cambio en su trayectoria, y se detiene para subrayar con la mano libre sus respuestas.


A mil kilómetros de distancia, una mujer intenta detectar en el reflejo de las vidrieras dónde dejó estacionado su auto mientras le cuenta que un estudio encabezado por el ornitólogo danés Henrik Mouritsen, de la Universidad de Oldenburg, en el norte de Alemania, ha llegado a la conclusión de que la zona cerebral que controla el lenguaje humano es una evolución de la que determina el movimiento.


En un comienzo, Mouritsen estudiaba los sistemas de navegación de las aves migratorias que, al igual que el de las palomas mensajeras, revelan una precisión pasmosa y sólo han sido imitados parcialmente por los humanos con la invención de la navegación por satélite.

Mientras buscaban el GPS animal, los científicos observaron que en la zona cerebral responsable del movimiento de esas aves existen patrones y mapeos neuronales que se emparentaban asombrosamente con la región que controla su canto.

Papagayos, colibríes y plumíferas canoras teutónicas serían el ejemplo de por qué las personas se ponen en marcha al hablar. "El lenguaje depende de la facultad agudamente refinada de controlar los movimientos de la laringe. Suponemos que las regiones cerebrales que controlan el lenguaje evolucionaron en forma semejante a las del cerebro de los pájaros", señaló Mouritsen.

Si se logra dilucidar la exacta relación entre lenguaje y movimiento, estaríamos a las puertas de entender cómo es que tantas personas se pierden en los derroteros de sus discursos, migran de una postura política a otra sin olvidar el camino de regreso o por qué no pueden permanecer sentadas mientras hablan por celular.

Asimismo, los investigadores han planteado la hipótesis de que la región cerebral de los pájaros que controla los movimientos sirvió de base para la evolución del canto y que ello es además extrapolable a los seres humanos, lo cual alentaría el regreso a los escenarios de tanto pajarraco glam metal que creíamos sepultado en el olvido.


Los resultados apoyan además una hipótesis habitual según la cual el lenguaje humano tiene su origen en la comunicación gestual y la mímica, que también son formas del movimiento, si se considera que los bebés y los adolescentes se manejan por el lenguaje de señas antes de articular sus primeras palabras.

Hay quienes van más lejos y esperan mayores precisiones sobre el descubrimiento para elaborar una nueva teoría sobre los moai de Rapa Nui y la repentina desaparición de sus creadores, los hombres-pájaro, de los que sólo quedó el ceremonial del Tangata manu, quien recogía el primer huevo de manu tara (el gaviotín pascuense) y era líder por un año, allá por abril.

miércoles, septiembre 13, 2006

Manuscribir


Algunos se sienten más seducidos por el ejercicio de la escritura manual que inclinados al uso del teclado. La posibilidad de tachar, corregir y volver a tachar es uno de los motivos. También puede hacerse en la computadora, es cierto. Pero… no es lo mismo. En el tachón, la reelaboración, la pausa, el movimiento de la mano y la lapicera juegan un papel de íntima discusión. Pasar en limpio es recordar el camino desandado y los desvíos ignorados. También permite tomar uno de esos desvíos, y encontrarse con nuevas posibilidades, con derroteros narrativos casi insospechados.
Si un día optamos por desplegar un relato sobre el lienzo de un día luminoso, al pasarlo en limpio quizás dedicamos un par de horas a emprender un derrotero paralelo bajo la lluvia y ver de qué manera, si cabe, los hechos se permutan, se desglosan, se humedecen, se congestionan.
En fin.

martes, septiembre 12, 2006

No hay dos sin estrés



¿Debe verse el furor del momento en la escritura? ¿Es acaso parte del contenido?

Esa sensación continua de saber mucho y sin embargo sentirse tan ignorante, tan poca cosa. Esa sensación de no saborear deseos por nada, porque la miseria de hoy fueron los deseos de ayer. Porque estas semillas fueron (son) las semillas pasadas.
El infierno puede adquirir, ya se sabe, múltiples formas, una instancia en cierto sentido fenomenológica. Digo infierno para acotar la instancia a un marco occidental que evite los habituales desbordes.
Dos pájaras de una pequeña población del interior se encuentran en viaje laboral matutino y administrativo a la ciudad central y comienzan a desmigajar un pasado común -casi- inexistente plagado de referencias cruzadas, personajes insulsos y anécdotas insoportables para el pasajero que viaja en el asiento anterior, que desgraciada o calculadamente soy yo. Yo y mis oídos incapaces de arrojarse a una siesta corta o apelar a cualquier otro recurso habitual de tangente de verosimilitud. Y el martilleo de estupideces se derrama durante una larguísima hora, con cadencias y tonos cambiantes pero siempre, siempre, vacíos y saturados de una oquedad existencial insobornable, con la densidad del plomo, candente hasta la disolución.
Finalmente encuentro la solución a la continuidad de semáforos y paradas y me bajo cerca del enrejado pene egipcio que adorna nuestra capital y que afortunadamente se apiada de mí.

Nada peor que esperar los resultados previsibles de los gestos incompetentes. Nada peor que hacerlo bajo una llovizna pertinaz de culos que desplazan brevemente tus silla y mesa al paso y la mirada reiterada del mozo preguntando por qué carajo te quedás una hora y media tomando un sucinto café. Y mientras tanto los clientes vienen y se van sin dejar ni propinas ni recuerdos, ni huellas. Sólo quizás dos tibiezas efímeras con la raya al medio en las cuerinas gastadas.
Al compás del café infinito, sigo deshojando la margarita, convencido de que no hay dos si estrés.

Del surco al celuloide


El instinto de supervivencia del ultracapitalismo cobraba las formas más curiosas.
El hombre compraba un atado de cigarrillos y eventualmente se fumaba el contenido por completo.
Entonces quitaba la estampilla del gravamen del producto tabacalero y la depositaba en unas urnas destinadas a recolectarlas para que, por algún procedimiento que escapa a las notas de este relato, o más bien de este relator, dichas estampillas se transformaran en dinero para personas discapacitadas, es decir para que siguieran sufriendo trasmutaciones hasta alcanzar la forma de una silla de ruedas o una ortopedia, por ejemplo.
El papel plateado que envolvía a los cigarrillos era reservado para alguna artífice amiga que creaba objetos artesanales mediante un delicado procesamiento de esas envolturas resplandencientes. Y las marquillas se recolectaban hasta sumar una decena para transformarlas entonces en una entrada para el cine. En suma, una planta de tabaco se transformaba en luz y sonido.

martes, agosto 22, 2006

La persistencia del usuario

El conductor del informativo de Canal 9 del domingo nos señalaba que luego de las lluvias del fin de semana ‘Muchos usuarios persistían sin energía eléctrica’. En español, el hábito de persistir se ha dejado a agentes inanimados, como en 'la guerra persiste'. En casos en los que un agente animado muestra una conducta o acción continua o reiterada, una perseverancia, el verbo persistir suele conjugarse acompañado de la preposición en para introducir el objeto de la persistencia, como en 'Saddam persistía en su actitud de no rendirse ante las autoridades de la Coalición'. A la luz de esto, cabe suponer que sea cual fuese lo que estaban haciendo, muchos usuarios estaban dispuestos a seguir haciéndolo sin valerse de energía eléctrica, pues tal era su voluntad. O bien que los usuarios sin energía eléctrica (¿usuarios de qué?) persisten, perviven, como las guerras y plagas en Asia, el hambre en Tucumán o los horrores gramaticales y sintácticos en los medios nocivos de comunicación.

Estupidez urbana



(Reflexión casi atónita a un episodio que roza la sandez absoluta.)

Un hombre corre en torno a una plaza casi desierta, en sentido contrario a las agujas del reloj (cf. Hannah y sus hermanas), bajo el implacable sol del rutilante mediodía estival. Lleva en su mano derecha una botella de agua mineral y en la izquierda una correa para tirar rítmicamente del cuello de un perro oscuro. El animal mencionado en segundo término corre penosamente con la lengua afuera, denunciando claramente que lo agobia la transpiración y lo insensato de la situación, al tiempo que el tipo lo arenga: ”¡Vamos, que es regenerativo!”