domingo, marzo 23, 2008

Máquina del tiempo

Lo pergeñó Herbert George Wells.

Escribir una carta es enviar un mensaje al futuro. Salir al encuentro de alguien que aún no está allí. Pero entonces, volar en avión es ir al encuentro de una pista, de una ciudad, de gente, de unas voces y música que aún no están allí.

Tras asimilar estas sospechas, exige un gran acto de fe creer que cuando regrese a casa esta noche beberé esa cerveza helada que aún no está en la heladera, que aún no empañó su cristal ámbar.

El correo postal y la sed anhelante serían así máquinas del tiempo.

Vivir el presente es una ficción, un puente que permite salvar el abismo vertiginoso del tiempo, la succión fulminante de la luz huyendo desenfrenada desde y hacia la oscuridad, desde y hacia la ausencia que tapa a los poetas, desde y hacia la polisemia Rorschach, desde y hacia el solipsismo de los gatos astutos y las calles huérfanas donde mueren los domingos, donde bostezan las baldosas, inútiles zancos que llevan a ninguna parte.

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