martes, septiembre 12, 2006

Del surco al celuloide


El instinto de supervivencia del ultracapitalismo cobraba las formas más curiosas.
El hombre compraba un atado de cigarrillos y eventualmente se fumaba el contenido por completo.
Entonces quitaba la estampilla del gravamen del producto tabacalero y la depositaba en unas urnas destinadas a recolectarlas para que, por algún procedimiento que escapa a las notas de este relato, o más bien de este relator, dichas estampillas se transformaran en dinero para personas discapacitadas, es decir para que siguieran sufriendo trasmutaciones hasta alcanzar la forma de una silla de ruedas o una ortopedia, por ejemplo.
El papel plateado que envolvía a los cigarrillos era reservado para alguna artífice amiga que creaba objetos artesanales mediante un delicado procesamiento de esas envolturas resplandencientes. Y las marquillas se recolectaban hasta sumar una decena para transformarlas entonces en una entrada para el cine. En suma, una planta de tabaco se transformaba en luz y sonido.

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