martes, septiembre 12, 2006

Recién venida



Nunca se sabrá cual fue la suerte de aquella mujer que un día llegó y se instaló en el sótano sin decir una palabra ni volver a asomar su mentón penetrante por la puerta trampa.
El viejo la vio entrar con paso decidido, silente, y sumergirse en aquella escalera telarañosa, plagada de moscas cegarras y secas. La contempló sin inmutarse, acostumbrado a las visitas que se quedaban sin preguntar ni disfrutar de su compañía por indefinidas horas o días. Cambió la yerba y siguió oteando los ladrillos que levantaban su horizonte cotidiano, borrando todo recuerdo de la recién venida.
El único sonido que se oyó durante ese rato fue un escupitajo breve del viejo y una puteada de colofón.
El agua estaba fría.

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