Veinticinco millones de japoneses ya leen en sus celulares.
¨Koizora´ (literalmente, cielo de amor) es el último éxito en las pantallas de sus móviles. Koizora es una historia romántica escrita por una joven nipona cuyo nombre real se mantiene en el anonimato, puesto que ha elegido llamarse igual que la protagonista del libro celular: Mika. La novela ha sido incluso llevada al cine.
Asimismo, las novelas descargadas en el teléfono saltan al papel en Japón. No se trata de un fenómeno nuevo: Mahou no iRando, un servicio web que nació con la idea pionera de crear un software para colgar en la Red novelas en construcción a través del teléfono celular, ha ganado mercado rápidamente gracias a que el 75% de los usuarios de celular en Japón (hay más de 100 millones) navegan por la Internet y acceden a innumerables servicios (no sólo el video o el SMS, sino también cursos de idiomas extranjeros, comercio en línea y hasta advertencias sobre terremotos).
Hoy, la revolución digital de las keitai shosetsu (literalmente, novelas celulares) es monumental. La mayoría de ellas son melodramas, con un estilo trillado de frases cortas, pincelado con íconos que expresan estados de ánimo y con tramas y personajes que la crítica tacha de exiguos y chatos.
Ni lerdas ni perezosas, las principales editoriales tradicionales niponas -Tohan, Kodansha y Shogakukan- han alentado a los escritores cibernéticos a que adapten sus éxitos al papel. El resultado ha sido que decenas de best cybersellers pueblan las estanterías de las librerías tradicionales. Y aquí está la paradoja que derrumba lo que se ha venido diciendo desde la Feria del Libro en Frankfurt: la literatura celular ha reanimado a la agonizante industria del papel.
Para quienes gustan de la tendencia a expresar todo en clave estadística, las cifras hablan por sí solas: las editoriales en línea crecen pero las tradicionales no se hunden. Remontan vuelo. Según datos de la Digital Content Association of Japan, la venta de libros celulares generó ganancias por 6.900 millones de yenes (44,5 millones de euros) en 2006, y 9.400 millones de yenes (60,7 millones euros) en 2007. Como dato más reciente en septiembre el diario francés Le Monde publicaba que desde abril de 2007 hasta marzo de 2008, la descarga de este tipo de obras ha supuesto 28.500 millones de yenes (184,2 millones de euros).
De todos modos, parece que por ahora la esperanzada mirada de Isaac Azimov prevalece.
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