Disfruto detenerme cuando me lo digas, con gestos o palabras, pues es también tu voluntad la que me escolta en esta singular danza de nuestros deseos.
Gozo demorarme mirándote agitada y reluciente, recortada por mis manos y mi mente, como quién mira las olas antes de zambullirse a que te eleven y te acunen.
Detenerme a ver el mutuo asombro mientras se acumula el deseo de sentir tu boca y tu lengua juguetona sobre mi. Y te ayudo con mi camisa como una excusa, para prologar el encuentro y no devorarte de un bocado, aunque el fuego que agitas en mis entrañas así lo pida a gritos.
Más aún, me demoro o me detengo, como sea tu antojo, para que las incontables sensaciones no se superpongan. Quiero sentirlas una a una, como quiero sentir cada centímetro de tu piel, porque has sabido decir sin palabras lo que ambos deseamos.
Y mientras nos detenemos, o nos demoramos, o recomenzamos, mis dedos repasan tus curvas, tus redondeces, el territorio conocido donde no plantaré aún bandera, y mi boca se hace agua mientras mi mirada recorre el tembloroso bamboleo de tus pezones hipnóticos que aún no he saboreado. Y tus manos también me cargan de estática y cosquilleos, y tu lengua promueve una opresiva presión latiendo por debajo de mi vientre
Quizás la duda no sea más que un freno al ritmo, no al goce. Quizás la duda sea la jactancia del deseo. Yo siento que tu titubeo y tus estremecimientos, tus nervios, son lo más natural de tu perturbadora feminidad y allí encontrarás cómo tu ser te dicte continuar.
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miércoles, diciembre 01, 2010
sábado, abril 05, 2008
Argumentum ornithologicum
Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o acaso menos; no sé
cuántos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido su número? El problema involucra el de la existencia de Dios. Si Dios existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros. Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible, ergo, Dios existe.
Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges
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