jueves, marzo 08, 2012

Ojos de videotape



En 1983 el álbum Clics Modernos, de Charly García, a pesar de su repercusión comercial resultó revolucionario e incomprendido para muchos. Y casi tres décadas más tarde sigue dando sorpresas.

Durante años pareció que la canción Ojos de videotape, con su ritmo cansino, apático, se trataba de una relación que se agotaba por la intervención de un personaje de ficción cinematográfica.

Pero a la luz de una conversación según la cual hay quienes hierven las cintas de videotape y se toman esa sopa de inmundicia a modo de alucinógeno, brota una nueva interpretación a la luz de estos acontecimientos, según al cual la práctica sería de relativamente larga data, antes de la popularización de los VCR de fines de la década de 1980.




No tengo agua caliente en el calefón
no tengo que escribir canciones de amor.


No tiene agua caliente en el calefón. Acá hay dos datos. No tiene una fuente de combustión para calentar agua y subraya el hecho de la falta de líquido elemento caliente para poder hacer el caldo de las cintas de video.


No ves que espero resucitar
mientras miras esos ojos de video tape.


Acá señala el hecho de que consumir el caldo de video te deja muerto pero consciente, y ella lo está mirando a ver si reacciona, percibiendo en la mirada de él algo particular.


Ya llega aquél examen del bien y el mal.
Ya llegan las noticias cruzando el mar.


El examen es ese dedo con el que apuntan a todo aquel que consume drogas, juzgando tal práctica como algo malo, mientras los defensores de la experimentación lo ven como algo bueno para expandir la conciencia.
Las noticias cruzando el mar puede hacer referencia a que las voces de los demás a veces llegan como en olas (you are only coming through in waves, dice el tema de Pink Floyd), como de un lugar distante, para los que están en viaje extático.

No ves que el mundo gira al revés,
mientras miras esos ojos de video tape.


El mundo gira diferente, al revés, para el que está en viaje, y a veces ese estado no resulta tan obvio para el otro.



Este mundo extrañará por siempre
la película que vi una vez
y este mundo te dirá que siempre
es mejor mirar a la pared.


Este mundo (el de acá, el cotidiano) va a extrañar esa cinta de película porque se licuó en el caldo, así que no van a poder verla ni usarla nuevamente. Además, este mundo te dice que es mejor mirar a lo que haya de este lado, en la pared, en frente tuyo, y no buscar un modo de ver más allá de lo evidente.


Ya tienes las postales del Paraguay
ya tienes la valija sobre el diván.


Las postales del Paraguay y las valijas en plan de viaje. Obviamente no hay buena interacción social en ese estado. Son aislantes el caldo de video, los rayes y la contemplación. La referencia a Paraguay puede ser anecdótica o puede hacer referencia la experimentación con otras drogas.
Mollo le retrucaría: Olvidemos todo esto de una vez, vámonos a navegar al Paraguay (…) no hay nada en qué pensar.
En fin.

Te vas, el mundo gira al revés
mientras miras esos ojos de video tape.


Lo dicho anteriormente sobre las perspectivas disidentes.


Este mundo extrañará por siempre
la película que vi una vez
y este mundo te dirá que siempre
que es mejor mirar a la pared.


El estribillo es una reafirmación de por qué algunos deciden probar experiencias nuevas y son capaces de tomar cualquier porquería para buscar respuestas.


Buscando antecedentes absolutamente ajenos al hilo expositivo para reafirmar esta última aserción, Odín colgó de un árbol mecido por el viento nueve largas noches, herido con una lanza. No le dieron comida, ni de beber de un cuerno. Cuando finalmente consiguió mirar hacia lo profundo, tomó las runas entre alaridos y luego se desplomó al suelo.
Todo por el deseo de atravesar el axis mundi.
Al regresar al Valhalla siguió siendo Odín y nadie lo anduvo señalando como un marginal que se envicia porque no tiene nada mejor que hacer.