miércoles, enero 23, 2008

La circular




Ella no escucha bien

le auguraron destino circular

pero entendió singular

Desde entonces rota

permanente

creyéndose directa

y sólo escucha el anverso

de sus confusiones.

domingo, enero 20, 2008

Recado

No me des pausa, no me absuelvas jamás
Acósame en el tuétano, que cada espada brutal sea tu rostro que regresa.
¡No me faltes dolor, no me des paz!
Así perderé mi dominio, ocurriré sutilmente.
No me malogres como una melodía inerte,
no seas soborno ni encierro;
lábrame como un puñal innoble, desgárrame.
Custodia tu deleite mortal, tu gesto, tu elogio.
No los entregues a la astucia.
Atrápame con cálida brisa de hierro y carbón.
Calla. Escúpeme vidrio en las entrañas, fisúrame las nieblas.
No me apetece tumbarme en plena noche, echar de ver que apuestas cara o ceca a la bestia.
Te invoco en la cruel solemnidad del precipicio,
Nada te pido.
Ni las escamas.
Hasta el olvido.
Liquida tu rostro innoble y permíteme clamar al fin mi infame espera.

Julito

No se culpe a nadie

El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pull-over azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pull-overs, irse encerrando, alejando. Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pull-over en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo. No es fácil, a lo mejor por culpa de la camisa que se adhiere a la lana del pull-over, pero le cuesta hacer pasar el brazo, poco a poco va avanzando la mano hasta que al fin asoma un dedo fuera del puño de lana azul, pero a la luz del atardecer el dedo tiene un aire como de arrugado y metido para adentro, con una uña negra terminada en punta.

(continúa aquí)

Las vecinas


Episodio I

Se desplaza con cautela por el pasillo y la vereda, prestando atención sólo a sus nietos y a la viuda jubilada del segundo, con quien comparte la revista del cable, que cada vecino comparte solidariamente con algún otro, lo que no parece importarle demasiado al empleado de la empresa de cable del sexto, que tampoco parece percatarse de que funciona como prueba de que no sólo los empleados públicos transcurren sus jornadas totalmente ajenos a los pequeños desajustes que conlleva mirar continuamente para otro lado.

La viuda encontró finalmente una aliada, después de años de mirar con desdén a todos los vecinos y un período reciente en el que buscó el diálogo con los mismos para subsanar el vacío provocado por la muerte del marido, amigo íntimo del Toro Viejo, generando diálogos triviales que nunca terminaban en la cesión desinteresada de algunos de los cientos de jugosos limones que se precipitaban a su patio desde su frondoso árbol, sino en alguna queja o reclamo sobre mejoras necesarias para todo el edificio, las cuales procurasen ante todo traer alivio a la amenaza perpetrada por la única vez que se le había arrimado a su puerta agua de la calle, cuatro años antes.